miércoles, 20 de mayo de 2009

Un poco de sentido común




En las nuevas asignaturas de EpC que se nos quiere imponer, se viola el derecho de los padres a educar a sus hijos. Es un derecho recogido en la Constitución Española, en el artículo 27.3. EpC vulnera también el derecho fundamental a la libertad ideológica, en el artículo 16.1. También en el artículo 16 de nuestra Constitución, se da respaldo directo a la objeción de conciencia. Asimismo, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su artículo 26.3, se proclama que los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. Los derechos humanos se basan en la ley natural que está inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Por lo tanto, son inherentes a toda persona y por supuesto anteriores y superiores al derecho positivo. Tan sólo en los países sometidos a una dictadura, se ven conculcados estos derechos.

El Tribunal Supremo, en su dictamen sobre objeción a EpC ha querido contentar a todos; y lo que ha sacado es un bodrio. Porque por una parte no reconoce el derecho a la objeción, pero sí la obligada neutralidad del Estado en cuestiones morales. Y, “aviso a navegantes”, señores profesores, los que incurran en adoctrinamiento pueden ser denunciados, y además con todo el derecho del mundo.

Cuando a un hijo le tienen que operar de anginas o empastar una muela, tratas de llevarlo donde lo van a hacer bien, aunque normalmente no hay problemas. Pero si la operación es más seria, lo más lógico es que uno se interese por el equipo médico, y más en concreto por el cirujano. Pues digamos que los padres que hemos dado el paso de hacer la objeción de conciencia a esta asignatura, no ha sido por capricho, ¡vamos a seguir adelante y cada vez seremos más! Por algo muy sencillo, y es que la formación de la conciencia moral de nuestros hijos es de las cosas más importantes que podemos hacer por ellos. Siguiendo con el símil de la sanidad, sería como una operación a corazón abierto.

Porque de nada nos sirve que nuestros hijos sean médicos, ingenieros, bomberos, o albañiles… si no hacemos de ellos personas ética y moralmente decentes en público y en privado. Se nos está imponiendo un tipo de educación que nadie, o al menos los padres, hemos pedido. Se quiere manipular a nuestros hijos al antojo de grupos radicales, como si fueran cobayas en un laboratorio. Y yo pienso una cosa: si tan seguros están de que esta educación es buena, no comprendo qué miedo tienen a que sea optativa. La religión es optativa y la eligen la mayoría de los alumnos, pero no se le impone a nadie. Libertad, señores, eso es lo importante, y no tendremos nada que objetar.

No hace mucho la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y el ministro de Sanidad, Bernard Soria, dijeron que para evitar embarazos era necesario más educación sexual y preservativos gratis. Con razón el señor Marina (según sus palabras) no se fía de la educación que podamos dar los padres a nuestros hijos: ¿es esto lo que entiende Vd. por una educación en valores? ¿Seguirán “poniéndose de perfil” (o seguir siendo políticamente correctos) algunos profesores y padres, cuando, como se está rumoreando, lleguen los dispensadores de preservativos a los institutos? Como dijo una madre rumana: “aquí le han quitado la infancia a los niños”.

Ahora en los institutos se dan talleres sobre muchas cosas, entre otras la violencia de género, en los que los chicos y chicas discuten de una forma espantosa, o talleres para prevenir el SIDA, en los que sin tener en cuenta la edad ni previo aviso a la los padres, se da por hecho que un niño con 12 años ya ha tenido relaciones sexuales, y se les da una información y unos materiales que, desde luego, unos padres con sentido común, no le darían a sus hijos. En esta sociedad echo en falta eso precisamente, un poco de sentido común.

Hace unos años hablaba en la radio un inspector de policía acerca de una red de pederastas que habían detenido, y decía que el material incautado era tan fuerte que nunca habían visto nada igual: ¡eran niños los que cometían los abusos! Un psicólogo que estaba también en la tertulia dijo que los niños tienen mucha información sexual, que no corresponde a su edad. Y es que desde hace años se vienen publicando revistas dirigidas a niños, que en sus páginas interiores rozan la pornografía, y en la cultura pansexualista en la que estamos inmersos, la televisión resulta tan empachosa que a veces ni siquiera se pueden ver los anuncios, y no digamos de las famosas series, en las que da igual el argumento, pero lo imprescindible son las escenas de sexo. Con lo cual los niños cada vez son más precoces en el inicio de las relaciones, y como no encuentran sentido, cada vez piden más. A nadie medianamente sensato se le escapa que la genitalidad no llena el alma de las personas, y menos la de un niño que lo que necesita es afecto y una buena ley de educación que los prepare para insertarse adecuadamente en la sociedad (con principios y valores), y les dé los mimbres imprescindibles para abordar futuros estudios o bien incorporarse al mundo laboral, con un mínimo de garantías.

Pilar Mora Vallejo

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