El pasado jueves 19 tuvo lugar en el Centro Cívico de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) una mesa redonda sobre EpC, organizada por la asociación Jóvenes Liberales del siglo XXI. Participaron como ponentes un representante de FERE, otro de Profesionales por la Ética y un miembro del patronato de la Fundación CIVES. Esta última, como es sabido, es una de las entidades inspiradoras de la asignatura Educación para la Ciudadanía, ha formado a un millar de profesores y está presidida por el ex diputado del PSOE y conocido apóstol del laicismo, Victorino Mayoral.
Una asistente al acto nos cuenta que había unas 40 personas. Y que lo más chocante fue la intervención del representante de CIVES y la reacción del público. Esta es su crónica; entre paréntesis, los comentarios de la cronista.
Los ponentes echan a suertes el orden de intervenciones. El primer turno le toca al representante de CIVES, Julio Herrera González, catedrático de Filosofía en el IES Rafael Alberti de Cádiz, licenciado en Filosofía y en Teología (por la Universidad Gregoriana de Roma, nada menos). Sin un solo apunte, el señor Herrera, con dulce acento canario (pues es de La Palma) ilustra al auditorio sobre hechos significativos en la lucha por los derechos humanos y civiles: Rosa Parks, Luther King, las mujeres trabajadoras que murieron abrasadas en Estados Unidos en una fábrica reivindicando su derecho a amamantar a sus hijos... (se ve que todas las restricciones de derechos se daban en Estados Unidos, vaya por Dios).
Después de esa bonita introducción, Herrera afirma que Educación para la Ciudadanía también se llama de los Derechos Humanos, un tema que ya es hora que se introduzca de lleno en el curriculum escolar (como si estuviéramos en Ruanda en la época del genocidio, nunca se ha hablado, al parecer, de derechos humanos en la escuela española).
En un tono didáctico insufrible, como si hablara a niños de cuatro años, cuenta que el derecho al voto no ha existido siempre, que en España hasta que lo trajeron los liberales no hubo derecho al voto, que al principio sólo votaban los ricos y que las mujeres tardaron muchos años en obtener su derecho al voto gracias al sufragismo (todos estos temas están en los libros de Ciencias Sociales de la ESO y en las asignaturas de Historia, o sea, que nada nuevo).
La asignatura habla también de globalización, consumo responsable y, sobre todo, de educación vial. También del pago de impuestos, que a los españoles nos gusta mucho escaquearnos y hurtar dinero al Estado, no como en otros países, en los que es un orgullo contribuir a los gastos públicos (en estos momentos ya no me siento en Ruanda sino en trance de ser detenida por un Inspector de Hacienda, por no entregar la declaración del IRPF con más entusiasmo).
De los contenidos de la asignatura, ni una frase; citas filosóficas de San Pablo, Santo Tomás y San Agustín, a porrillo. Tan encendida es su argumentación que induce a pensar que EpC, en realidad, se inspira en los padres de la Iglesia (o quizá es un guiño al grupo de monjitas de la enseñanza que asiste al debate. Algunas citas, en latín para impresionar a ese público tan necesitado de educación e instrucción, tan embrutecido por siglos de oscurantismo).
De argumentos concretos a favor de EpC, ni uno (qué extraño, cuando CIVES elaboró la propuesta inicial de la materia en colaboración con la tropa de Peces Barba). En su defensa de EpC, asegura que es fruto de una imposición (motivo para rechazarla, pienso yo, por qué Europa tiene que imponer una asignatura a España) y que se introduce en países que han sufrido terribles dictaduras como la de Argentina (y yo que pensé que se establecía en los países poscomunistas para instruir en democracia a los sufridos ciudadanos de Europa del Este).
Para rematar, sostiene Herrera que la asignatura fomenta la participación democrática de los alumnos. Por ejemplo, que elijan a la niña lista como delegada de clase y no al chico gamberro (curiosa concepción de la democracia, dictando a quien tienen que elegir los electores).
Y luego vienen las preguntas. La primera sorpresa es que el 90 % de los que intervienen son críticos e incluso objetores a EpC. Por ejemplo, un padre de seis hijos que lleva a los chavales a un centro concertado, hace una proclama a favor de la objeción por solidaridad con los públicos y por dignidad y libertad y porque hay que cargarse la asignatura (el representante de FERE, con cara de circunstancias).
Otro padre se dirige a Herrera, el de CIVES, en estos términos: "Me ha encantado su introducción sobre la lucha por los derechos civiles. Y le voy a dar una buena noticia: ahora mismo en España, más de 30 mil padres están defendiendo sus derechos y los de sus hijos". Intervienen un par de padres y madres más, otro asistente no entiende por qué se ha introducido esta asignatura polémica. Otro padre objetor lee citas textuales del consejero de Educación de Castilla-La Mancha, José María Valverde, en las que viene a decir que EpC educa en moral pública y no contradice la moral privada pero que si la contradice, mala suerte: la moral privada se tendrá que someter a la pública.
En el turno de preguntas del público y respuestas de los ponentes, Herrera no rebate los argumentos esgrimidos por PROFESIONALES POR LA ÉTICA en contra de la asignatura, solamente manifiesta que se siente "humillado" por la presentación de EpC que esta asociación ha realizado (en la presentación ni se le menciona a él ni siquiera a CIVES, pero el ir de víctima siempre es rentable y hace que el público se ponga a favor de uno).
En defensa de las bondades de la asignatura, el señor Herrera asegura que si la asignatura fuera tan mala como se dice y se muestra (en materiales, reales decretos, libros...), el director del colegio de los marianistas de Cádiz (muy amigo suyo), no la daría en su colegio. Y que él mismo (miembro del patronato de la laicista CIVES) ha ido a explicar qué es EpC al colegio de la Compañía de María de San Fernando (Cádiz) (anda, esta debe ser la famosa adaptación de la materia a un determinado ideario, me digo en bajito).
Pero las confesiones de Herrera y la CIVES connection no acaban aquí. Cuando un padre objetor defiende su derecho a educar a sus hijos y se pregunta por qué el Estado pretende apropiarse de ese derecho, no se le ocurre otra cosa que gritar, iracundo: "Es que las familias, hasta ahora, lo han hecho muy mal" (con dos narices; el público, en gran medida formado por padres, le lanza una advertencia en forma de protesta oral de tono elevado).
Para remate, en defensa de EpC interviene una sola persona entre los asistentes. Y cuenta que es docente de Filosofía, que lleva muchos años dando clase (no aparentaba más de 30 años) y que le parecía muy bien que se enseñaran cuestiones de moral, nuevos derechos y realidades emergentes (me dicen de una asociación objetora que ese discurso está siendo manejado por un prototipo de activista prociudadanía que al parecer se cuela en todas las charlas informativas).
El espontáneo defensor de la asignatura suelta dos perlitas: que afirmar que la moral tiene un fundamento trascendente es aberrante (en realidad, lo que se había dicho en defensa de los objetores, es que, para muchas personas, la fuente del bien era trascendente, concretamente un Dios personal y esa creencia merecía, al menos, respeto); sostiene también el supuesto docente que qué era eso de que las familias educaran: que quien tenía que educar era el Estado y solamente el Estado (aquí parece que sale a relucir la verdadera cara de EpC, una asignatura que supuestamente promueve el diálogo para acabar con los conflictos).
Los objetores quedan encantados. D. Julio Herrera González, patrono de CIVES, les ha proporcionado aún más argumentos en defensa de sus posiciones. "A estos", dice un activista de la objeción, "les pones un micrófono y se multiplican las objeciones" (y eso que no ha dado ni un argumento sólido a favor de la polémica materia. Voy a hablar con Victorino Mayoral: es una vergüenza que un representante de CIVES ni siquiera exponga su propuesta de asignatura).
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