miércoles, 17 de octubre de 2007

UNA FARSA PARA VENDER CIUDADANÍA


M. ASENJO. MADRID (ABC, 10 de octubre de 2007)

Todos muy formales y con un libro de Educación para la Ciudadanía de la ESO, el de la editorial SM para más señas, en las manos. Medio centenar de jóvenes asumieron el papel de figurantes y ocuparon los improvisados bancos de un remedo de clase en la castiza plaza de Santa Ana, en pleno centro de Madrid.

En primera fila, Pedro Zerolo, que siempre está a tiro para afrontar las cuestiones más espinosas de su partido, y el presidente de la Comisión de Educación del Congreso, el diputado socialista Ángel Martínez Sanjuán.
Los organizadores de la singular clase, que se impartirá en todas las capitales de provincia, no dejaron nada al azar. La profesora, Concha Mateos, que en la vida real enseña Ciencias de la Información y es muy buena comunicadora, como no podía ser menos, dibujó un panorama idílico. Aseguró que el objetivo de Educación para la Ciudadanía es formar en valores y en principios constitucionales, ayudar a los jóvenes a conocer los fundamentos del sistema democrático, sus obligaciones y deberes como ciudadanos.
También se refirió a las posibilidades de la asignatura para inculcar el «valor de la afectividad» y resaltó que entre sus objetivos destaca el que «los niños homosexuales y las niñas lesbianas mejoren su autoestima». Asimismo, «servirá —dijo— para desarrollar la autonomía personal, resolver conflictos de manera pacífica, debatir y tener conciencia crítica sobre lo que nos cuentan los medios de comunicación y para trabajar actitudes como la autoestima o el respeto al pluralismo y a la diversidad».
Acabada su exposición, la primera actriz de esta obra callejera dio paso a las preguntas de los figurantes. Cuestiones minuciosamente preparadas para desmontar las acusaciones de adoctrinadora, antirreligiosa o relativista que recibe la materia.El primer comparsa en tomar el micrófono lamentó los, en su opinión, ataques de la Iglesia a la asignatura y, tras asegurar que era «católico y practicante», preguntó: «¿Estudiar esta materia irá en contra de mis creencias?». Mateos, muy en su papel, le respondió que la asignatura será útil para que los jóvenes sean ciudadanos «más fuertes», lo que les permitirá afianzar mejor su propia religión y sus valores, tomar decisiones bien fundadas y defender sus opiniones y creencias con respeto y valor.
La siguiente pregunta puso al auditorio ante un lacrimógeno dilema. «Tengo 17 años —aseguró la joven que asumió el papel—, estoy embarazada y no sé si abortar. Además, tengo un familiar en estado terminal. ¿Me ayudará la asignatura a resolver mis problemas?».Mateos navegó por el mar de las incógnitas y, en tono tranquilizador, respondió a la supuesta gestante que Educación para la Ciudadanía le servirá para dialogar consigo misma, para buscar una «decisión y enriquecer sus argumentos», porque «a los ciudadanos más maduros les cuesta menos decidir». Y concluyó: «Tu decisión será acertada o no, pero lo importante es que tú la sientas como acertada».Tampoco faltaron las referencias a los libros de texto o a la xenofobia.
Un alumno inquirió sobre si había libros buenos y malos. De nuevo, la inconcreción: «Algunos harán énfasis en unas cosas y otros en otras, pero sobre una base común: la partitura será la misma, pero con interpretaciones distintas», aseguró la profesora, quien también serenó a un inmigrante que se confesaba inquieto por sus hijos.

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